Como decimos en el capítulo dedicado a los cachorros del libro EL PODENCO ANDALUZ. CAZADOR ANCESTRAL, todas las típicas y tópicas señales externas que tradicionalmente se usaban para seleccionar al mejor cachorro de la camada, tales como el número de pelos de la varaba, la protuberancia del hueso occipital, el número de estrías del paladar, etc,… no son más que supersticiones antiguas que no conducen a nada bueno, salvo lo que nos pueda deparar la casualidad.
Lo apropiado y científico para seleccionar un cachorro de 45 días de entre los demás de la camada es realizarle el Test de Campbell que tratamos en el libro en profundidad y que cualquiera puede buscar en internet, ya que este test sirve para cualquier raza de perros y está documentado en muchos sitios como hacerse. Es importante que lo realice un ayudante que no es el que habitualmente manosea al cachorro, para que se cumplan todos los supuestos del test.
No obstante, si esperamos a poder sacar los cachorros al campo, una vez correctamente vacunados y especialmente si disponemos de una zona abierta frecuentada por conejos, podemos comprobar in situ la característica que en mi opinión es la más determinante: la iniciativa del cachorro.
Aquel perrito que veamos absorto en sus sensaciones, tanto olfativas como auditivas o visuales, que acude a los sitios de donde proceden los estímulos sin esperar a que nosotros lo llevemos, que además penetra en la maleza más o menos tupida por su cuenta y que no se asusta si nos pierde de vista, es el que trae mejores expectativas. Otra cosa será la estrategia para recortar el exceso de iniciativa, pero evidentemente, de donde no hay no se puede recortar.
Si sacamos los cachorros, uno a uno y podemos ver claramente que alguno de ellos actúa en su deambular y búsquedas de olores de manera autónoma, sin ir continuamente detrás de nosotros, ahí ya hay “madera” para un buen perro de caza. Esta virtud o característica se puede manifestar a partir de los dos o tres meses de vida del cachorro. Y además, normalmente, la iniciativa va unida a otras virtudes deseables, como la inteligencia y el equilibrio de carácter.