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El Rastro y los Podencos (I)

Iniciamos con esta primera entrega unos comentarios sobre como se produce -o debe producirse- el descubrimiento de las piezas por nuestros podencos.

El descubrimiento de la caza por el podenco debe producirse a través del rastro de la pieza. Aunque los ejemplares de esta raza utilizan de maravilla el oído y la vista para cazar, ni es bueno para el desarrollo del perro, ni para la estética del lance que éste sea resuelto en su totalidad a través de la vista y oído.

El rastro odorífero de una pieza de caza tiene muchos matices y variantes y hay podencos que se adaptan y resuelven mejor alguna de estas variantes que las otras, aunque, en aras de la búsqueda de la perfección que todo aficionado a los perros de caza debe tener presente, lo ideal es que nuestro podenco domine todas las facetas que concurren en la búsqueda por el rastro y sepa adaptarse a las diversas circunstancias que lo determinan.

En el rastro de una pieza de caza influyen factores como el tipo de terreno, la cobertura vegetal, el clima o el hecho de que la pieza se encuentre inmóvil o en movimiento. El podenco, a base de experiencias al enfrentarse repetidas veces a este tipo de situaciones debe ir graduando su nariz y su cerebro que procesa la información que recibe de su pituitaria, para dar en cada situación la mejor respuesta. De ahí la importancia de la máxima: cuantas más experiencias proporcionemos a nuestro perro, mejor responderá ante la escena que se presenta.

Un rastro descubierto -los mas difíciles- bien seguido por el podenco «Faroles».

Los tipos de rastros

Un animal que se mueve por el campo va desprendiendo partículas olorosas de su cuerpo en su movimiento. Es lo que llamamos el rastro. Algunas de esas partículas, las más ligeras, permanecen en el aire, difuminándose y esparciéndose cada vez más. Es lo que se conoce como el cono odorífero, que tendría su parte más estrecha e intensa cerca del animal y su parte más ancha y difusa en la estela que va dejando en su movimiento.

Dichas partículas, se las puede llevar el viento o quedar depositadas en los matorrales por donde pasa o caer al suelo, dependiendo de la presión atmosférica la velocidad del viento, la temperatura y otros condicionantes. A la vez, sus pezuñas o patas van dejando también partículas en las zonas del terreno donde pisa. Las partículas más pesadas, las que los sajones llaman ‘cornflakes’ o copos de maíz y que se depositan en el suelo dejan un rastro en tierra más duradero que las más ligeras y volátiles, que son arrastradas por el aire.

Esto explica el comportamiento del perro cuando sigue un rastro. Si es un rastro viejo bajará la cabeza hasta casi tocar con la nariz al suelo. Está procesando sólo las partículas depositadas en el suelo. Si el rastro es reciente irá más rápido y con la cabeza a media altura, tomando las partículas depositadas en el aire.

Puede pasar que una pieza de caza haya dejado un rastro según un recorrido en terreno limpio, todo lo cual hemos contemplado a la perfección y poco más tarde, veamos al podenco que va tras su rastro, pero en paralelo al recorrido del mismo, separándose esas líneas paralelas hasta una decena de metros. Lo que está ocurriendo es que el aire ha desplazado el cono odorífero hacia un lado.

Los más inexpertos o torpes a veces siguen esa misma línea del rastro, pero en sentido contrario, lo que se llama rastro cambiado, inverso o contra rastro. No son capaces de darse cuenta de que a medida que avanzan la intensidad del rastro disminuye, en vez de aumentar.

Por otro lado, si el recorrido del animal ha tenido lugar dentro de un matorral, zarza o carrizal, el rastro es de menor dificultad que en terreno limpio (el podenco que sigue a buena velocidad un rastro por terreno limpio, está dando muestras de una clase excelente). El motivo es porque dentro de los pasos de la zarza o del monte, el cono odorífero queda ‘encuevado’ e impregnando las matas laterales y presenta menos dificultad para el perro que si este recorrido se produce en terreno despejado.

También podemos considerar como rastro el olor que desprende una pieza echada y que lo va irradiando a su alrededor. Esas partículas, muchas veces, si el animal está totalmente inmóvil y el aire se mueve poco, son muy débiles y difíciles de detectar, salvo que el perro pase muy cerca de la pieza encamada.

Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Enrique

    Buenas tardes Manuel. Lo leeré más tranquilo esta tarde que tendré más tiempo . Un tema interesantísimo. Pero si he visto el vídeo del faroles . Y quiero hacer un comentario.
    Yo he visto con el mismo clima en cuanto a temperatura, humedad. Etc. A perras mias seguir con esa seguridad un conejo, y otro ni percatarse que acaba de pasar por allí. Yo creo que todos no huelen con la misma intensidad. Debe de ser cosa del celo, del sexo, o que se yo.
    Un abrazo.

  2. Hola Enrique. Como ya anticipamosven esa primera entrega y trataremos más adelante, hay varias circunstancias que influyen en un rastro. El clima, el viento, el terreno,…
    E indudablemente la calidad del perro. En ese mismo vídeo llegan varios perros al sitio por donde sale el conejo. Sólo uno coge la huida correcta. Las circunstancias son las mismas para todos. Evidentemente lo que ha influido ahí es la calidad del individuo.

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