En este momento estás viendo Podencos de Zarzas

Podencos de Zarzas

Es verdad que cuando empiezan a escasear los conejos, su último refugio suelen ser zonas de mucha defensa de matorral, como los zarzales y los carrizales amplios. Ahí se sienten más seguros, y la humedad existente les proporciona hierba fresca casi todo el año, por lo que, cuando la presión es muy alta, optan por casi no salir de esas espesuras, pues suelen tener dentro agua y comida. Es por ello que el truco que usan muchos podencos veteranos, antes de entrar en la zarza, de recorrer el borde de las mismas buscando con su olfato una entrada o salida de los conejos del matorral, hay veces que no funciona, sencillamente porque el conejo no ha salido. No queda más remedio que meterse dentro.

Pero eso no quiere decir que, si nuestro podenco hace el recorrido por el borde de las zarzas antes de meterse, esté dudando o renegando. Al contrario, está demostrando que es un perro con cabeza y antes de meterse está buscando el mejor sitio por donde hacerlo. Eso sí, si la zarza es suficientemente grande, por el motivo que hemos dicho más arriba, tras ese recorrido inicial, si es que lo hace, debe registrar el interior del zarzal.

En zarzas pequeñas, de pocos metros de anchura, he visto podencos muy bien dotados de nariz (que es lo mismo que decir de cabeza) que, si tras su recorrido externo no se meten, tontería que bregues.  Allí no hay conejos. Cosa que se ha demostrado porque después lo han recorrido otros perros. Dicho de otra manera, un buen podenco debe tener autonomía y capacidad de juicio para saber cuando hay que meterse y cuando no. Y si demuestra acertar en su decisión, está demostrando que sabe lo que hace. La zarza es un trabajo duro y trabajar inútilmente no tiene sentido por mucho que a algunos le parezca que tiene que entrar forzosamente, aunque sea a perder el tiempo y a ser posible salir con la cabeza colorada. Tampoco un buen podenco se recorre una mancha de monte metro a metro. Se vale de su olfato y experiencia para cortar rastros y registrar de la manera más eficiente una zona de caza. Pues lo mismo si se trata de zarzas, que ahora parece que, si el perro no se cuela obligatoriamente en todas las zarzas por diminutas que sean, es que ya no sirve para cazar.

Cualquier podenco que tenga pasión por la caza y que en el monte busque y siga correctamente, puede ser un buen perro también de zarzas. Se trata, como en toda modalidad o terreno, de acostumbrarlo. Y hacerlo bien. Pues puede pasar que, si el perro es demasiado listo, se dedique a balconear esperando la salida del conejo que echen los otros. Eso se detecta pronto y lo que hay que hacer es sacarlo sólo, sin compañía de otros, a ese terreno donde él sabe que hay conejos dentro y no hay otro compañero que los eche. Si yendo sólo tampoco entra, es evidente que no estamos ante un perro con pasión por la caza, sino con pasión por embocar, como si fuera un podenco “quitaor”.  Ese nunca será un perro completo, ni en zarzas ni en monte.

Tampoco se puede pretender que, si un perro no ha ido a cazar en zarzas hasta los tres o cuatro años de edad, el primer día que lo llevemos, entre con decisión al matorral. Hay que acostumbrarlos a su tiempo. Pero repito que un perro con pasión por la caza y con cabeza, vamos, lo que se dice un podenco en condiciones, si se acostumbra correctamente debe cazar en cualquier terreno, incluidas las zarzas.

Por el contrario, un perro pasado de pasión, pero sin cabeza, nunca será un buen experto, ni en zarzas ni en monte, pero en las zarzas, acabará siempre muy dañado y con unos resultados, en cuanto a eficiencia, que no se corresponden con los daños recibidos. De estos he visto muchos. Lo mismo que el tema del latido. Muchas veces lo que escuchamos dentro de las zarzas son latidos de impotencia, de un perro que no tiene recursos para llegar donde sabe o intuye que está el conejo, o simplemente late por ansiedad al escuchar a los otros, sin que él esté sobre el conejo que han echado. Un buen podenco, si late dentro de las zazas, debe estar el conejo corriendo en poco rato.

Hagan ustedes la prueba de coger un cachorrón, que demuestre pasión y que tenga latido, en sus primeros contactos con los conejos. Pónganlo en una recova de podencos de zarzas y cuando tenga tres años, parecerá que es hijo y nieto de podencos de la mejor estirpe zarcera. O bien, al contrario, cojan el mejor cachorro de podencos comprobadamente zarceros y dedicarlo a cazar sólo en pasto y monte. Cuando vea una zarza por primera vez, de adulto, seguro que no entra.

No soy un cazador que se desviva por esta modalidad de la caza en zarzas. No es el sitio donde mejor se ve la capacidad de levantar y seguir de un podenco, pues dentro de las zarzas se dan las condiciones ideales de humedad y de conservación del olor que deja la pieza al huir. Pero sí me gusta que, si en mi recorrido me encuentro con una zarza, mis podencos la cacen como un terreno más.

Con esta manera de entender la caza del conejo, conocí en mi juventud y cacé mucho con él, al mejor podenco que he visto cazar, el Cigarrón, de mi amigo Manolo Aguilar, más conocido por El Potente, en mi pueblo (y también le llaman Cigarrón muchos amigos). El perro, del que escribí en mi primer libro y en el nuevo que está a punto de salir, vivió a caballo de las décadas de 1970-80. Lo hacía todo bien en cualquier terreno, pero al llegar a un zarzalón, por grande y empinado que fuera, su compañero Canario (El Potente llevaba siempre estos dos perros solamente y desde cachorro malacostumbró al Canario) se quedaba fuera, como una escopeta más. Y el Cigarrón cazaba la zarza sólo. Les aseguro a ustedes que como allí hubiera un conejo, tenía que salir o bien a carrera limpia o en la boca del Cigarrón. Muchas veces, casi el cincuenta por ciento de ellas, si el conejo salía, era para caer en el hocico del Canario. No daban muchas oportunidades de tiro aquellos dos fenómenos, quizá sabedores de que su dueño tiraba y tira fatal.

Pero que perro, amigos. La gente de Cuevas (Paco el Cosario, el que más) cruzó mucho con el Cigarrón y dejó su impronta en la casta de Cuevas. Y lo más sorprendente, nunca lo vi sangrar por las orejas ni por ningún otro sitio. Y no era cazar las zarzas mejor que el mejor, su única virtud, pero esas otras cosas se salen de este artículo.

Deja una respuesta