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Podencos Andaluces de Rastreo y de Venteo

De un tiempo a esta parte se ha puesto de moda un tipo de podenco andaluz muy latidor y seguidor, quizás por influencia de los magníficos podencos de Cuevas de San Marcos, que responden a esta tipología. Que no quiero decir que sean estos los únicos podencos latidores y seguidores, pero si hay que reconocer que esta línea reúne esas características, además de otras, como son su demostrada bravura para terrenos duros.

Nada que decir sobre los gustos de los aficionados en cuanto a maneras de trabajar de sus podencos. Cada uno procura tener el tipo de perro que más se adecúa a sus terrenos de caza y a su forma de cazar, pero en este blog voy a hacer unas reflexiones que, modestamente, quizás aporten algo de lógica en este tema.

Por un lado, hemos de recordar que la caza al rastro y los perros para ella, mayoritariamente sabuesos, se desarrollaron en la edad antigua y media, para ejercerla mayoritariamente sobre piezas de caza mayor. Son piezas que raramente encontramos en proximidad, como si ocurre en la caza menor. Es decir, es raro (aunque no imposible) que pasemos a dos metros de un jabalí y este permanezca echado sin que nos percatemos de su presencia, sin embargo esto es muy frecuente si se trata de un conejo, liebre, codorniz no digamos, becada…. Es por ello que en cuanto se desarrollaron las armas hasta ser capaces de abatir una pieza en movimiento en cercanía (desde la ballesta), se desarrolló el perro de muestra, para señalar las piezas de menor que permanecen ocultas en la proximidad del cazador.

Dicho de otra manera: quedó principalmente para la caza mayor el perro de rastro y para la menor el de muestra o apuntamiento (“pointer” en inglés).

Es verdad que la caza con podencos tiene otras connotaciones, ya que muchas veces los usamos para sacar la pieza de un terreno en el que el cazador no puede penetrar (grandes zarzales, barrancos…) y ahí debe acosar a la pieza en su huida hasta hacerla salir de la espesura, por tanto, debe estar dotado para el rastro. Pero no es menos cierto que en gran parte de nuestra geografía hispana, el podenco se usa para cazar al salto o en mano. Es decir para levantar la pieza en el terreno donde SI entra y recorre el cazador.

En este último terreno o modalidad, tiene mucho mejor desempeño el perro poco latidor, de cazar cercano y tendente a descubrir las piezas encamadas u ocultas, por venteo. Es penoso ver un podenquero cazando en monte bajo, esparteras o retamas, con un podenco que va latiendo rastros y por tanto encerrando la caza antes de poder sorprenderla echada.

Tengamos en cuenta eso al seleccionar las características de nuestros cachorros.

Habrá quien me diga que para ese tipo de terrenos es mejor un perro de muestra. Ya es cuestión de gustos y formas. Personalmente me gusta la caza en terrenos más abiertos, donde se pueda andar más y ver y cazar sitios variados y piezas variadas. Sin embargo y habiendo probado y siendo de mi gusto los perros de muestra, no los cambio por podencos avezados a cazar para la escopeta. Y cuando en nuestro recorrido, llegamos a un barranco inaccesible por su espesura o pendientes, ahí sí que ya no hay color en cuanto al trabajo de un buen podenco y de un buen perro de muestra.

Y centrándonos en esa caza al salto, donde el perro recorre el mismo terreno que pisa el cazador, habrá muchas piezas que el podenco detecte por su rastro reciente y nos lleve hasta ella. Esto suele ocurrir, por ejemplo, con una perdiz que llevemos por delante a peón. Pero, la mayoría de las piezas que el perro nos levanta a tiro de escopeta, cuando estamos cazando al salto, estaban echadas u ocultas en la zona que recorremos desde hace tiempo. De ahí que el encuentro con la pieza se produzca porque el perro la ventea, no la rastrea. Es decir, se topa de pronto con el olor que desprende la pieza echada o agazapada. Es entonces cuando es frecuente que el podenco “pare” o “muestre” la pieza, si tiene condiciones para ello. Esta situación se da bastante en la caza de la codorniz, también en la de la perdiz, que ha llevado al sitio donde está oculta en vuelo y no apeonando, o bien en la del conejo, cuando el perro se topa con el olor del lagomorfo encamado desde hace horas.

Estas situaciones, los buenos podencos venteadores, las afrontan con maestría e inteligencia, con muestras bien visibles o llamado a parado si saben que su cazador no los está viendo. Es otra manera de disfrutar del trabajo de uno o dos podencos bien compenetrados con su dueño.

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