Terminamos con esta entrega los apuntes dedicados al rastro de las piezas y como lo ejecutan nuestros podencos andaluces.
La nariz y la velocidad
Cuando hablamos de que un perro tiene mejor nariz o mejor olfato que otro ejemplar, evidentemente, estamos diciendo que es capaz de detectar el olor de una pieza encamada o de seguir un rastro de una pieza en movimiento mejor y desde más distancia que otro.
Pero no pensemos que esa diferencia cualitativa radica en que el perro mejor tenga una nariz más grande, dotada de una pituitaria con más superficie o células, o cualquier otra diferencia física. La diferencia radica en que el cerebro del perro con mejor olfato, es capaz de interpretar mejor las señales que le envían las células olfativas del interior de sus fosas nasales.
Es cierto que los perros tienen una cantidad de células olfativas cincuenta veces mayor que los humanos y también es cierto que el área cerebral dedicada al olfato es cuarenta veces mayor en los perros que en los humanos. Esto daría como resultado que la capacidad olfativa de un perro es entre diez mil y cien mil veces más potente que la de un humano. Pero entre los perros no se dan esas diferencias ni mucho menos. Casi todos los perros de razas no deformes –perros como ciertos bulldogs cuya nariz excesivamente chata se ha llegado a deformar en su selección- tienen una estructura física olfativa similar.
Esto lo podemos comprobar cuando nos atenemos a instintos primarios como el reproductivo o el de sustento. Cualquier perro macho es capaz de detectar por el olfato a una hembra en celo a una distancia increíble, que puede superar un kilómetro, si el viento viene a favor. Y lo mismo para ventear la comida cualquier perro hambriento.
Los perros, con su potentísimo olfato, son capaces de construir un mapa olfativo del terreno donde se encuentran y es su cerebro el que lee e interpreta ese mapa con mayor o menor celeridad. Es decir, al final, el olfato del perro es una cuestión de cabeza, de que su cerebro procese con prontitud y certeza las señales que le envía su nariz. Ponemos aquí otra vez de manifiesto la importancia de la inteligencia en los buenos podencos.
Un perro falto de equilibrio, excesivamente nervioso o pasado de pasión no tiene la cabeza lo suficientemente preparada para procesar con certeza las señales de su nariz, máxime en los momentos de excitación en que se encuentra imbuido cuando sabe de la proximidad de la pieza. Es el caso de los perros faltos de templanza que cuando saben que la pieza se les ha movido, se ponen a dar vueltas, nerviosos y latiendo, sin conseguir desenredar la madeja del rastro y seguir su huida, si es que no la ven correr.
Es la repetición de experiencias la que gradúa la nariz de un buen podenco. Un cachorro que ya ha visto correr algún conejo y tiene identificado su olor, en sus primeras salidas al campo aún no tiene “graduada” su nariz y puede ser que al percibir la emanación de un rastro viejo comience a latir y a rabear como si fuera a levantarlo de un momento a otro. Si su evolución es la correcta y volvemos a decirlo, tiene una cabeza bien amueblada, enseguida relacionará la intensidad del rastro con la proximidad de la pieza y actuará en consecuencia, con señales corporales adecuadas para darnos cuenta de ello. El perro que no tiene buena cabeza se hace viejo sin avanzar lo suficiente en este proceso de maduración.
Otro factor relacionado con la capacidad de interpretar rastros que tenga el podenco es la velocidad a la que se mueve en el campo. Un perro muy rápido de movimientos pero que no sea también rápido en el procesamiento cerebral de los rastros, estará descompensado y muchas veces se pasará de frenada en el seguimiento de una pieza, o se dejará atrás otra amagada. Pero también, un perro que no procese rápidamente los olores, pero que adecúe sus movimientos a lo que le va diciendo su cabeza, nos resultará muy lento para apretar a los conejos y sacarlos de la espesura. Evidentemente, lo deseable es un podenco rápido de mente y rápido de movimientos. Pero siempre será mejor un podenco algo más lento pero seguro, que otro que vaya como un pollo sin cabeza.
En el minuto 4.50 podemos ver una buena faena de rastro, con quiebro incluido. Agosto. a las 11 horas
Una situación complicada y frecuente en el seguimiento de un rastro
Imaginemos que un conejo al amanecer ha andado por la tierra de labor que bordea un arroyo de zarzas o carrizos o cualquier otro matorral tupido. Y poco antes de llegar los perros se ha resguardado en el interior de la espesura.
Hay muchos podencos que detectan a la perfección este rastro de entrada y lo toman, entrando a la espesura por el mismo sitio por el que hace poco entró el conejo. Luego, saben realizar un buen seguimiento del lagomorfo dentro de dicho matorral en las sucesivas idas y venidas que da el conejo sin querer abandonar la espesura. El problema viene cuando el orejón abandona lo espeso por la otra punta y vuelve a terreno limpio y despejado de matas para huir de la quema.
Para entender la situación pondremos colores a cada parte. El rastro de antes de entrar en la espesura el animal, lo señalamos en color amarillo, es el primero que coge el perro al seguirlo. Una vez dentro de la espesura, al rastro del conejo le ponemos color rojo, ya que es más intenso, por los motivos que hemos explicado más arriba. Cuando el conejo abandona la espesura, el color del rastro será naranja, por ser más reciente que el de entrada, aunque menos intenso que el que deja dentro de la espesura.
Es muy normal que un buen podenco siga perfectamente el rastro dentro de la espesura hasta llegar al punto por donde ha salido el conejo, pero al salir el perro por dicha ruta, enseguida se vuelve a la espesura abandonando el camino correcto de huida de la pieza por terreno descubierto, porque el perseguidor detecta que el olor es menos intenso fuera del matorral que dentro. Tiene por tanto una explicación este comportamiento y es lo que hacen el noventa y tantos por ciento de los ejemplares, incluso estando considerados buenos perros de caza.
Sin embargo, al podenco que sale de la espesura latiendo el rastro por lo limpio, por el mismo camino que anduvo el conejo,….. como a los melones dulces,…..”hay que guardarle las pipas”.