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El Rastro y los Podencos (II)

En la primera entrega sobre el tema del rastro en nuestros podencos andaluces, apuntábamos que influyen diversos factores en un rastro, como son el clima, el terreno y la calidad y cabeza del ejemplar. Vamos a pararnos un poco en cada uno de estos aspectos.

 

El clima

En los días con humedad, la nariz del perro se afina considerablemente. Deja de estar reseca y las partículas olorosas se adhieren a las minúsculas gotas de agua que flotan en el ambiente y se depositan sobre el suelo. El rendimiento olfativo aumenta considerablemente. Un día con buena humedad para el rastro no es lo mismo que un día lluvioso. La lluvia intensa provoca el efecto contrario. Borra los rastros. De hecho, mi experiencia me dice que los días más favorables para que el perro busque la caza por el rastro son aquellos en que sale el sol tras la lluvia y el animal que buscamos ya se ha movido en ese día soleado o la noche antes, cosa que por otro lado suelen hacer con gusto. Salir de las madrigueras al sol tras alguna lluvia.

En esos días parecen los perros mejores de lo que son habitualmente, incluso los que no son latidores habituales al rastro esa jornada lo hacen y parece que tienen imán para la caza.

He podido comprobar que un buen podenco con tendencia a seguir los rastros y ya veterano, puede detectar y seguir en esas condiciones favorables un rastro de varias horas. Recuerdo que un sábado por la mañana solté en un patio vallado un conejo para que unos cachorros lo corrieran. Al conejo lo quité de allí esa misma mañana. Al día siguiente, por la tarde, solté en ese mismo patio mis podencos veteranos. Mi perra Gineta detectó perfectamente el rastro del conejo del día anterior e incluso lo golpeó un par de veces. Era un fin de semana de sol tras una semana de lluvia.

En los días de fuerte viento tendremos serios problemas para encontrar la caza por su rastro. Primero porque las piezas de pelo, que confían gran parte de su defensa al oído, preferirán permanecer ocultas durante esos días en que el aire perturba su oído. Así observaremos que en días de fuerte viento la mayoría de los conejos permanecen encuevados y las liebres ocultas en zonas resguardadas del mismo. Y segundo porque el viento arrastra las partículas olorosas depositadas en el aire incluso las que se adhieren a las matas y al suelo.

Los días de brisa suave son buenos, si entramos cara al viento a las zonas de posible ocultación de las piezas, para los podencos que saben usar su nariz al venteo, al igual que para los perros de muestra.

Otro factor que influye bastante es la temperatura. A menos de 5º o a más de 37º es mucho más difícil seguir un rastro. El motivo es porque en ese ámbito de grados las bacterias trabajan a más intensidad y fuera de ese ámbito la actividad bacteriana, y por tanto el olor que desprende un animal, es de mucha menor intensidad. Y puestos a afinar, la diferencia de temperatura entre la tierra y el aire, si es excesiva también ofrece problemas al rastreo. Es decir, los cambios bruscos de temperatura del aire hacen que se produzca esa diferencia de temperatura entre la tierra y el aire y que las partículas de olor se precipiten al suelo o se eleven hacia capas más altas donde no las detectan los canes.

Ni que decir tiene que en días secos de calor, cuando ya llevamos un buen rato de caza, la nariz del perro se reseca por dentro por el esfuerzo realizado, la sequedad y la temperatura ambiental y hasta nos dará la sensación de que nuestro perro se ha vuelto ‘más malo que de costumbre’. Son esos primeros días del descaste veraniego que parece que han perdido el olfato, si los comparamos con su comportamiento al final de la temporada anterior.  Si la temperatura está en algo menos de 30º, la actividad bacteriana y por tanto el olor es intenso, pero permanece flotando en el aire. En esos días, nuestro perro rastreará menos y venteará más. Entonces suele encontrarse con la caza por el olor directo, facilitando el que haga paradas con frecuencia.

Un consejo. Si acostumbramos a nuestro perro a recibir agua fresca de un pulverizador  en sus fosas nasales sin que le resulte extraño, lo agradecerá en esos días de calor seco y conseguiremos mantener su nariz en buenas condiciones por más tiempo.

Un conejo echado de hace rato y un rastro poco fresco, en sitio tupido, no es tarea fácil.

El terreno

La consistencia del terreno también influye en los rastros, principalmente cuando el rastro no es reciente y han desaparecido las partículas del aire. Una pisada en terreno excesivamente duro como asfalto o piedra deja poca huella olorosa y es fácil que se pierda pronto por las condiciones atmosféricas. Es lógico ya que en estas superficies inertes no se adhieren con facilidad las partículas de olor. Lo ideal es un terreno de tierra no excesivamente arenosa, ya que las tierras arenosas o polvorientas se mueven y transforman su superficie con facilidad a causa del aire o la lluvia y también desaparece el olor por la absorción propia de esos tipos de terrenos.

 

El comportamiento de un buen podenco ante los rastros

Un buen podenco no debe latir un rastro viejo. A lo sumo rabear algo. Si es un perro equilibrado y con cabeza y es latidor de rastros, lo que llamamos un podenco de medio rastro, de huida, o de castigo, graduará su latido a su nariz a medida que adquiere veteranía, de forma que si late un rastro es porque hay altas probabilidades de que la pieza ande por allí cerca. Es posible que lata un rastro reciente y el conejo se haya encuevado hace poco rato. Nosotros mismos veremos si es un terreno de madrigueras cercanas y sabremos justificar ese latido que no es en falso.

El latido al rastro debe ser pausado y de una gravedad media. Más grave y relajado si el rastro es más viejo y más constante y agudo si ya sienten la pieza cerca. Aunque nunca tan rápido y agudo como el latido al levante, cuando ya la pieza anda a su vista o siguiéndola por el intenso rastro que deja en movimiento a pocos metros por delante.

Hay podencos que por su excitabilidad y falta de equilibrio laten continuamente a rastros viejos con un latido espaciado y constante, pero cuando notan que el olor es más intenso, aceleran y afinan el latido. Muchos dueños gustan de este comportamiento (afirman que les gusta la ‘música’ en la caza) y conocen a su perro y suelen decir cuando aceleran el latido… “esto ya es conejo”. Aunque el dueño sepa interpretar este comportamiento, no es el correcto de cara a la excelencia de un buen podenco.

Cuando la pieza va en movimiento por delante, si el rastro es muy reciente el perro llevará la cabeza a media altura, llevado por el cono odorífero que aún permanece en el aire, moviéndose a más velocidad tras la guía de ese cono odorífero y emitiendo latidos más seguidos y agudos. Los más nerviosos llegan a latir en esta situación como si estuvieran viendo el conejo. Aunque siempre suele haber diferencia entre el latido sólo por el rastro y el latido a pieza vista. Este último muy rápido y con sonido de agonía al ver que la pieza se le aleja. Como ya hemos dicho, al menos el latido de huida debe tenerlo todo podenco para no ser considerado defectuoso.

Los buenos podencos levantadores también saben seguir rastros y sobre todo deben hacerlo cuando notan que la pieza va herida. El olor de una pieza herida es distinto y eso lo notan los perros veteranos. El hecho de que los buenos podencos levantadores desistan de seguir un rastro cuando éste se aleja de su dueño sin que el perro detecte que la pieza está herida, se debe más a su costumbre de cazar cerca del dueño que a su imposibilidad para seguirlo. Suponemos aquí que las condiciones climáticas y del terreno son ideales para seguir el rastro.

Cuando un podenco topa con una pieza encamada desde hace tiempo y le llega su olor de pronto al pasar cerca, la reacción ideal es que o bien haga una parada (normalmente no de total inmovilidad como los perros de muestra, aunque hay ejemplares que paran con inmovilidad absoluta), o bien emita latidos a parado. Estos latidos son los más graves y pausados que emiten en acción de caza, como si estuvieran llamando al dueño o al resto de la recova. De ahí que también se denominen latidos de llamada o se diga que están ‘llamando’. Son los mismos que emiten cuando tienen un conejo encuevado pero cerca de la superficie. En este caso, si no vemos al perro pero escuchamos este tipo de latidos pero ensordecidos por estar latiendo dentro del agujero, podemos estar seguros de que el perro tiene un conejo en un caño o madriguera corta.

Si en esta situación el perro insiste, escarbando, estamos ante un comportamiento defectuoso. El porqué es fácil de explicar. Algunos perros se han perdido por insistir escarbando en un boquete, fuera de la vista de su dueño. Un buen podenco andaluz no debe entretenerse en esta faena.

(Continuará…).

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