Ocurre en todas las razas de perros y es particularmente preocupante en las razas de caza. Se trata del miedo a las detonaciones, que en un perro de caza puede acarrear su total inutilidad para el desempeño cinegético, además de hacer que el perro, en vez de disfrutar con el ejercicio de la caza, lo que haga es padecer y huir del escenario, llegando incluso a la posibilidad de perder al animal en el campo.
Hay que decir que hay muchos perros de caza, quizás más del 50 %, que tienen miedo a los petardos pero no a los tiros. Si lo pensamos un poco es lógico. EL contexto donde se produce el disparo (en acción de caza) es totalmente distinto a escuchar un “petardazo” cuando el perro está en su casa o lugar de descanso. Es decir, el animal distingue perfectamente el contexto en que se produce el ruido y actúa en consecuencia.
El oído de un perro es cuatro veces más potente que el de un humano (el mismo ruido son capaces de captarlo a cuatro veces más distancia). Esto se traduce en que es más sensible. Esto es hablando en término medio de las razas de perros. Sin embargo los podencos, que tienen unos pabellones auditivos orientables hacia la fuente del ruido, aún es más fino y sensible.
Descartando aquellos animales que tienen una lesión auditiva a los que un ruido excesivamente fuerte, como el de un disparo, pueda causarles dolor físico (esto debe comprobarlo un veterinario), la mayoría de los casos del miedo a los disparos es por un problema de carácter del perro –apocado y miedoso en general- o bien por una inadaptación del animal a los ruidos fuertes desde cachorro.
Es por ello que la mejor manera de evitar este problema del miedo a los disparos es habituarlo desde cachorro con estímulos positivos. Un truco, aplicable desde que empiezan a comer, consiste en hacer ruido con el plato metálico, antes de aportarles su ración. También llevarlo a sitios como parques urbanos, donde se habitúe a lo ruidosos que somos los humanos, donde escuche motores y voces.
Yo suelo usar su instinto de acoso para tal menester, atando una pellica a con una cuerda a una caña larga y haciendo que el cachorro de pocos meses la persiga mientras se la movemos, explotamos un globo con una aguja cuando se encuentre encelado en el acoso y después permitimos que la atrape. Esto es crearle una recompensa cuando escucha el ruido. También podemos usar una detonadora de fulminantes en un siguiente nivel, cuando corra algún conejo en los primeros campeos.
Por otro lado, lo ideal es que nuestro podenco escuche el primer disparo de escopeta, cuando ya ha corrido algún conejo en campeos previos y en la jornada de caza real, ese primer disparo lo escuche cuando vaya entusiasmado, acosando a la pieza. Yo incluso suelo usar una escopeta del 28, cuyo sonido es mucho menor, en las primeras jornadas de caza con los cachorrones.
Si se trata de recuperar un perro con el que no se han hecho las cosas adecuadamente y el primer día que lo llevamos de caza manifiesta el miedo a los tiros, la cosa se complica. Hay que “reprogramarlo”. Retirarlo inmediatamente de la caza real y volver sólo a campeos, aumentando la intensidad de los ruidos paulatinamente y siempre cuando corre alguna pieza, partiendo de la explosión de un globo, luego una detonadora de fulminantes, hasta llegar al ruido de la escopeta. Aquí el proceso puede durar meses y viendo siempre de no aumentar la potencia del sonido si observamos la mínima reacción negativa del perro.
Ah. No se debiera criar con un perro que manifiesta miedo a los tiros, aunque consigamos recuperarlo.