Siempre polémico, autorizado en unas comunidades y en otras no, el collar de impulsos eléctricos o collar eléctrico, es una herramienta de adiestramiento de perros que debe usarse con conocimiento y comedimiento.
Vaya por delante que un impulso eléctrico producido por un collar de adiestramiento no produce daño al perro, sino más bien susto, sobre todo si lo usamos con la intensidad adecuada, que debemos graduar de abajo a arriba. Normalmente, con las más bajas intensidades el perro responderá. Si no lo hace es por su baja sensibilidad ante estos estímulos, en cuyo caso lo intentaremos subiendo un grado.
En cualquier caso, es muy conveniente adquirir un modelo de collar que incorpore también pitidos o vibraciones, además de impulsos eléctricos.
Debemos cuidarnos de no usar el collar de impulsos en zonas de agua o días de lluvia. Ahí sí he podido observar que puede producir cierto daño.
Soy partidario de usar el collar de impulsos sólo en las jornadas de entrenamiento o campeo y siempre con el perro a la vista, no en los días de caza o cuando lo hemos dejado que se aleje en exceso antes de actuar, pues el perro puede interpretar el aviso para una acción que no es la que pretendíamos. En las jornadas de caza podemos ponerle el collar simulado, donde solamente siente la presencia de los dos tornillos.
El uso del collar de impulsos debe ser posterior a una fase previa de unos quince días en que ponemos al individuo un collar simulado, esto se puede hacer con un collar normal al que incorporamos un taco de madera del mismo tamaño que el de verdad, con un par de tornillos despuntados que le tocan la misma parte del cuello que el auténtico. De esta manera el perro no asocia que cuando debe obedecer es cuando le ponemos el collar de los dos electrodos solamente –son extremadamente listos-.
Cuando vayamos a corregir un defecto, antes de sacar al perro le retiramos el collar simulado y le ponemos el auténtico a ser posible cogiéndolo por la nuca, para que no nos vea las manos ni el collar auténtico. Y Siempre sin que nos vea el mando en nuestra mano y sin que se produzca una descarga inapropiada por accidente cuando estamos manipulando al perro. El perro debe interpretar siempre que el impulso no viene de nosotros, sino que es una “agresión exterior” cuando se escapa de nuestro control.
Después del uso del collar de impulsos debemos ponerle otra vez el collar simulado. Y así sucesivamente hasta que veamos que hemos corregido el defecto. Mientras esté en tratamiento y tiempo después, debe sentir los dos vástagos en su cuello.
Tomadas estas precauciones, cuando vayamos a hacer la sesión correctora debemos sacar al perro solo en un sitio de buena y larga visibilidad y donde no tenga otras personas o perros que puedan distraerle.
El guion consiste en ponerlo en situación de que cometa el error que queremos corregir, por ejemplo el hecho de que empiece a alejarse en exceso de nuestra posición sin motivo aparente, como pueda ser el haber levantado una pieza o seguir visiblemente un rastro. Cuando vemos que se aleja le realizaremos una llamada de voz. Si persiste en su empeño, de inmediato un pitido o vibración y si aún continua en sus trece, la descarga a baja intensidad y continua, hasta que veamos que vuelve sobre sus pasos. Cuando llegue a nosotros ya tendremos el mando oculto y lo acariciaremos efusivamente.
Realizaremos como máximo dos o tres veces el ejercicio (normalmente aprenden a la primera o a la segunda). Recogeremos el perro… y vuelta a ponerle el collar simulado.
El collar simulado debe tenerlo el perro hasta que observemos en varias salidas que se le ha corregido el defecto y no menos de quince días, por si más adelante tenemos que volver a repetir el tratamiento, que nunca asocie el tener que obedecer sólo a cuando lleve los dos tornillos en el cuello.